Y tan solo el correr del tiempo nos mostrará el porqué de esos golpes que nunca entendimos, al haber sido incapaces de ver más allá de nuestras lágrimas.
«Y con el correr de los años, inmersos en un carrusel de sonrisas y lágrimas, seremos moldeados en la fragua de la vida; templados a base de golpes, fuego y agua. Un sin sentido, por no haber nunca entendido que la muerte nunca existió, sino que era la vida quien nos mataba.
Y es que nacemos con la fecha de caducidad sellada en nuestra frente, y uno se pregunta para qué tanto dolor, para qué tanto amor, para qué tantas esperanzas y desesperanzas, si al final no hay nada.
¿Acaso estamos sentenciados a terminar siendo tan solo juguetes rotos de un dios caprichoso y aburrido…? ¿O todo tiene un sentido, y la vida, al final, es una fragua de almas, en la que somos templados a base de golpes, fuego y lágrimas? ¿Y para qué?
Si un cuerpo perfecto no se logra comiendo lo que nos viene en gana y retozando de la cama al sofá, y del sofá a la cama, sino a base de esfuerzo, disciplina y sacrificio, ¿cómo se fortalece y ennoblece la personalidad y el carácter (alma)? ¿Con pastillas?
La alegría hay que disfrutarla mientras dure, pero el dolor no hay que soportarlo, sino afrontarlo y derrotarlo; pero para ello hay que tener la fortaleza que da el convencimiento de nuestra propia inmortalidad y la de nuestros seres queridos; a partir de ahí comenzaremos a contemplar la vida desde arriba; dejando de sentirnos como peleles de un destino caprichoso y tiránico que siempre nos despreció; de un destino que nunca existió más que en nuestras supersticiosas mentes.
Primera regla: “LA VIDA NO ES UNA FIESTA”. A partir de ahí, disfruta lo que puedas, y cuando vengan mal dadas, no te derrumbes; aprieta los puños, mira al frente y avanza. No estás solo; Él te acompaña.
“HE VISTO EL DOLOR ACERCARSE A MÍ, CAUSARME HERIDAS, GOLPEARME ASÍ, Y HASTA LLEGUÉ A PREGUNTARME DÓNDE ESTABAS TÚ…”