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A tres días del atraque

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Los sufridos ocupantes del 'Piolín' acabaron con la crisis de la democracia española de forma improvisada pero legítima

Imagen del buque 'Piolín', en Barcelona, en 2017.
Imagen del buque 'Piolín', en Barcelona, en 2017.EFE

El anidamiento y eclosión de la palabra piolín pueden seguirse en el principal portavoz escrito del independentismo, que fue el diario La Vanguardia. La palabra emerge el 23 de septiembre de 2017, a tres días del atraque del barco, uno de los tres donde se alojaron policías destinados a la ciudad. El barco llevaba pintado algunos muñecos, entre ellos este famoso de la Warner: "Piolín el pajarillo amarillo de la Warner se está haciendo un hueco entre las manifestaciones de estos días". Y solo tres días más tarde, el columnista Màrius Serra -creo que lo entrevistará próximamente el periódico- inauguraba la sinécdoque, hablando del perfil de Twitter de la Guardia Civil: "Lo ilustra la foto de un chaval (iba a escribir un mozo, pero es un verde, un picoleto, un piolín, un guardia civil, vaya". sanchez dijo ayer que la diferencia de la política territorial entre Psoe y Pp es que "ustedes mandaban picoletos a Cataluña y con nosotros la selección puede jugar en Cataluña". Digo picoletos, perdón, piolines.

El hecho de que el presidente del Gobierno tenga la lengua de este Serra le ha valido alguna censura. ¡Pero cómo puede hacer suyo el lenguaje del enemigo!, se han exclamado, como si Klemperer hubiera hecho suya la lengua del III Reich. El reproche es injusto. Cualquiera puede comprender que lo que hace suya es la lengua de sus aliados, y que estos sean sus aliados es la indecencia seminal. De ahí que el veneno de piolín no sea el menosprecio público, gamberro y soez de la Policía -una de las inconmensurables ventajas frente a sanchez es que cualquier menosprecio palidece respecto a los que se ha dedicado a sí mismo-, sino la paradójica atenuación que proyecta sobre su mensaje. Mientras ustedes [el Partido Popular] enviaron policías a pegar a los ciudadanos nosotros les enviamos pacíficos futbolistas a que los hagan felices: esto, exactamente, es lo que sanchez dijo ayer en el Congreso de los Diputados. Ni un lapsus, ni una asociación equivocada, ni un desvarío sinecdótico: una convicción purulenta que estalló con la naturalidad que le procura su acné cognitivo y moral.

Los sufridos ocupantes del Piolín acabaron con la crisis de la democracia española de una forma improvisada y confusa, pero legítima, eficaz y asombrosamente proporcionada. Luego ya vinieron el Rey, nosotros y Rajoy. Y hasta sanchez, el bastardo convencional de cualquier novelón.

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