28 de julio.- A primera vista no parece Lev N. Tolstoi (Y�snaia Poliana, 1828) un autor muy de este momento. Aparte de que evoca lo ruso ac�rrimo, las turbias almas que viajan en transiberiano por la historia de la literatura, las pasiones de dacha y excusado, la tragedia sin contenci�n, resulta que todo eso viene envuelto en fuertes aromas novelescos del siglo XIX, ya en mejor vida.
Eso es lo que parece a primera vista cuando a uno le ponen delante 'Anna Kar�nina' o 'Guerra y paz', las obras con que el autor suele presentarse en sociedad. Sin embargo, un segundo vistazo, por ejemplo a este grueso tomo de 'Relatos' que con la habitual maestr�a editorial publica ahora Alba (preparado y traducido por V�ctor Gallego Ballestero), revela un mundo bastante m�s sutil, m�s herido en lo profundo, m�s evocador y parad�jicamente di�fano de lo que el lector de las obras mayores estar�a dispuesto a suponer.
Casi podr�a hablarse de un mundo secreto que ha escapado a las palabras por casualidad, sin pretensiones de hacer literatura, como un suspiro o un gemido de la entra�a misma de ese ser atormentado, zarandeado por una crisis moral y ps�quica descomunal, que fue Lev Tolstoi a partir de los treinta a�os, una vez cosechado el reconocimiento universal y puesto en cuesti�n su oficio como escritor, del que abomin� muy pronto.
Aqu� pueden encontrarse relatos sobre las maneras en que el azar y la ventura truncan los destinos personales ('El prisionero del C�ucaso'), par�bolas sobre la ambici�n humana ('Cu�nta tierra necesita un hombre'), soliloquios casi cl�nicos de una mente que se siente enferma y que deja al lector pensando en su propia locura ('Las memorias de un loco'), relatos de sabidur�a de unas cuantas l�neas, incluso epigramas... Es decir, est�n todos los pliegues y texturas del alma de los individuos en carne viva, no obstante su amor por la existencia y por las gentes, su b�squeda desnuda de un sentido verdadero para todo esto que termina en la muerte.
Tolstoi toca tantas teclas y de forma tan intensa que hace dif�cil no sentirse su contempor�neo. No es que toque los grandes temas de siempre, como suele decirse frecuente y trivialmente, m�s bien al contrario: toca todo lo peque�o, todo lo que es suceptible de ser tocado, todo lo que merece la pena m�s all� de su resonancia o de su gravedad. La sensaci�n es la de lo palpable y sensible, no la del discurso y la teor�a.
En resumen, anda entre nosotros y por aqu� cerca. No es Historia, excepto que sea nuestra historia.
27 de julio.- Abada Editores se ha lanzado a la publicaci�n de la obra completa de Walter Benjamin, cosa de la que apenas se puede hacer encomio suficiente, pues el arrojo es mucho.
De momento, ha salido el 'Libro I/vol. 1: El concepto de cr�tica de arte en el Romanticismo alem�n. `Las afinidades electivas de Goethe�. El origen del `Trauerspiel�alem�n'.
Como es verano (al menos en mi cabeza), no voy a dedicarme ahora a pulir y dar cera a la figura de Benjamin: un pensador siempre interesante, a veces genial -v�ase 'La obra de arte en la �poca de la reproductibilidad t�cnica'- y en ocasiones con ese puntito acad�mico que tanto toca las narices a quienes distinguen el pensar de ser catedr�tico.
Bueno, les dejo con varias afirmaciones sobre la cr�tica de arte, las dos primeras a cargo de Novalis y la tercera debida a Friedrich Schlegel, todas recogidas por Benjamin en el volumen citado.
Si les apetece, pueden dedicarse a ver si est�n de acuerdo con 1. y distinguir entre 2. y 3., y si exigen tomar partido.
Yo me despido record�ndoles que ma�ana hay Libro del Mes, y que demostrar� toda mi pujanza.
Paul Auster (Foto: EL MUNDO)
24 de julio.- Un alumno veraniego, que lleva ya unos d�as con cara desconcertada o desencajada (no s� muy bien), me pasa el siguiente texto y me pregunta si yo estar�a de acuerdo con el autor. Se trata de la entrada a una entrevista a Paul Auster, realizada por Jes�s Ruiz Mantilla en el EPS(El Pa�s Semanal) del domingo pasado. Reza as�:
"La literatura es un oficio de fe. Pero la fe, pese a lo que digan los metaf�sicos y los creyentes m�s fervorosos, es algo cuantitativo: se puede llegar a poner en la b�scula de un sistema m�trico decimal muy particular e igual de fiable. El mundo de Paul Auster nos lo demuestra de sobra, porque en �l algunos rasgos del comportamiento humano rebasar�an varias toneladas de optimismo y vitalismo, en igual medida que otras variables menos recomendables para afrontar los agujeros negros de la vida. Los personajes que pueblan el ADN de este escritor adoptado en la orilla neoyorquina (...) saltan del poderoso cocteleo de su imaginaci�n, que produce fluidos de seres que huelen y tienen sabor, que padecen y respiran, que intentan ser felices a la altura de sus circunstancias, cuando en algunos casos �stas no dan m�s que para la desolaci�n".
Derspu�s de releer el pasaje varias veces, he contestado al alumno veraniego que necesito m�s tiempo. Esto parece haberle contrariado un poco, pero por fin consigo que me deje a solas: no con el texto, ciertamente, sino con la posibilidad de entregarlo para que ustedes lo valoren. A m� debe de faltarme perspicacia o algo, porque no acaba de aflorarme el juicio.
(Ilustraci�n: Ra�l Arias)
24 de julio.- Creo que, poco m�s o menos, llevo toda la vida oyendo hablar de pesimismo y optimismo como si fueran opciones morales, ideol�gicas u opciones a secas. Y como si el personal lo justificara todo por el hecho de haber adquirido su opci�n. En Espa�a, pa�s de toreros y de jondo, esto delimita el campo de las relaciones humanas y sociales con total arbitrariedad y bobez. El pesimismo y el optimismo no son opciones, sino decisiones.
Quiero decir que las opciones est�n como por ah�, pero que las decisiones las toma uno. Cuando una cosa es una opci�n es como si uno pasara por all� para tomarla o dejarla, pero cuando es una decisi�n uno tiene que hacer c�lculos, o sea, inventar y dar forma.
Bueno, pues a cuenta de todo esto me acord� de lo que dice el peluquero (�era el peluquero?) en 'La escalera de Jacob', la pel�cula de Adrian Lyne, y que atribuyen al maestro Eckhart (ese maravilloso sermoneador medieval), palabras que yo nunca encontr� por ninguna parte y que les juro tuve que estudiarme (no porque fuera te�logo, sino por ser as�, tan especial):
"Eckhart tambi�n vio el infierno. �Sabes lo que dijo? Que lo �nico que arde en el infierno es la parte de ti que no se va de tu vida. Tus recuerdos, tus v�nculos, los queman todos all�. Pero no para castigarte: liberan tu alma. De modo que si tienes miedo de morir y te est�s resistiendo, ver�s diablos arranc�ndote la vida. Pero si est�s en paz, los diablos se volver�n �ngeles que te liberan de la tierra".
PDT. Ruego a los que se sientan tentados de interpretar este p�rrafo como "cada uno ve la feria seg�n le va en ella" o "la realidad es seg�n el cristal con que se mire", que se abstengan de asistir o de intervenir en este foro mientras vivan. Cuando mueran, renegociamos.
24 de julio.- Podr�a definirse a Julian Barnes como el escritor de las peque�as pasiones incordiantes, pero tambi�n es el escritor de las pasiones que a veces no se encuentran por ning�n lado, pero todo indica que las hay. Siempre me ha costado entrar en su escritura y en sus mundos, quiz� porque es un autor de muchos modales, que sirve todos los platos templados (incluyendo la chaciner�a) y que mueve poco el gesto de las palabras. Bueno, pero tampoco vayamos a ponernos estupendos con este chico aseado y tan galardonado. Admitamos, y dej�moslo ah�, que siempre tiene su puntito.
Es lo que pasa con 'El perfeccionista en la cocina' (Anagrama), que a poco que te apures no sabes de qu� estamos hablando, a no ser de la cosa en s� y para s� y nada m�s que porque s�, pero a la que de pronto le ves como un pesta�eo f�cil de confundir con un gui�o.
Aunque cualquiera sabe. Es todo tan... El libro, que trata de las vicisitudes de un aficionado a la cocina al que los manuales del ramo pueden acabar volviendo majara, est� compuesto, digo yo, de una revelaci�n y de una met�fora. La revelaci�n es que la vida y sobre todo la comunicaci�n por la palabra est� regida por la l�gica difusa (las pizcas, los trozos, las cucharaditas, los toques, etc.), de tal modo que no hay receta transparente ni exacta, y cuidado con el resultado en los fogones de verdad. La met�fora es que los manuales (de cocina o de autoayuda o de ideas) son artefactos para producir esclavos. As� lo ve Barnes:
Julian Barnes (Foto: Carlos Miralles)
"Pero es, en esencia un esclavo del recetario, un seguidor de las palabras ajenas. As� pues, est� atado siempre a la roca del perfeccionismo: no donde �l come h�gado, sino donde a �l le comen el suyo". "�C�mo de grande es un pedazo, qu� volumen tiene un dedo o una gota, cu�ndo una rociada se convierte en lluvia?". "Los manuales de cocina suelen empezar con descripciones de utensilios y procesos culinarios, pero dan por sentada la ciencia de las compras".
En fin, a lo mejor acierto y a lo peor, no, y resulta que s�lo se hablaba de cocina. Pero hay que arriesgar en esta vida.
(Foto: Quique Fidalgo)
20 de julio. Dedicado a M.S..- Hay gente que cuando llega a los 50 (y a los 40 y a los 30) se siente envejecer y en vez de disfrutar la gloria de haber llegado –y el llegar en la mayor parte de empe�os de la vida es una gloria-, padece el mal de estar pasando, que es la agon�a de los tontos. Sienten que ya no son j�venes o que todo ir� a peor, evidencias tan evidentes que no queda m�s remedio que asegurar que quienes sienten eso es porque no pueden sentir nada. Las obviedades no son sentimientos y la gente que se aferra a ellas lo hace debido a que no tiene nada m�s a lo que aferrarse. De modo que aparte de tontos, son vacuos.
La vida les ha pasado por encima, errores que a�n no pueden confesarse les han puesto contra la pared donde se fusila, su semilla no dio ning�n fruto porque ni siquiera la plantaron: eso es lo que quieren decir cuando lamentan que el tiempo haya pasado y ellos con �l. Bien, t� no eres de esa gente.
Has tenido una vida buena, o sea, se te ha repartido con esmero el gozo y el dolor que, como sabes, son los ingredientes de la felicidad. Muchos creen que la felicidad es lo contrario del dolor, pero ignoran que vivir ya duele y que, por tanto, lo bello y lo bueno proceden precisamente de lo que hacemos con lo que tenemos..., y la vida nos da dolor. Un estado indoloro es s�lo producto de la analgesia, ps�quica o qu�mica, y no produce otro bien que la ausencia de mal. Muchos dir�n que no es poco. En cambio, yo te digo y t� sabes que no es nada.
El bien es una conquista. La ausencia de mal es una huida (y una tr�gica ilusi�n). El bien es activo, en�rgico y, por supuesto, peligroso: no se da en la naturaleza como se dan las liebres y el ma�z silvestre. Hay que ir a buscarlo con lo que tienes, y de paso te lo juegas. La huida es otra cosa. Se parece m�s a quedarse en casa y a mirar en el espejo si hoy ha salido una arruga nueva (y despu�s a hacer un drama de ello). Es un huir que consiste sobre todo en dar la espalda, de modo que cuando el dolor no deseado golpea, golpea en la espalda, te tumba de bruces y ciega de arena los ojos.
Quien no ha sufrido de cara y con los ojos abiertos, mientras hac�a su busca, no puede decirse propiamente que haya experimentado el dolor, sino que ha sido zarandeado por el destino o la suerte, que lo ha padecido, s�, pero que no pudo hacer nada con �l. El dolor es activo y hace mucho que nos ense�aron que es la v�a por excelencia del conocimiento y de la m�s modesta perfecci�n. El sufriente, por contra, es un enfermo, alguien que crey� que sus fantas�as de huida bastaban para no morder el polvo.
Aparte de todo esto, aunque con esto, la felicidad es un balance final. Se hace cuando las cosas empiezan a concluir en su tiempo. No eres feliz en este momento o en aqu�l, en esta o aquella �poca, sino cuando el conjunto ofrece una perspectiva suficiente y las cuentas empiezan a ser saldadas. De hecho, esas temporadas de felicidad que uno evoca de vez en cuando, pasaron sin que se diera cuenta y sin percibirlas entonces, de manera que s�lo existen mediante esas mismas evocaciones y con sus variables dosis de invenci�n y de remordimiento.
Porque has cumplido 50 a�os y porque te ha sido otorgada una primera visi�n de conjunto es por lo que te digo que has tenido una vida buena. Y porque tambi�n s� que est�s disfrutando de lo que has recibido. Disfrutando y proyectando en el futuro, en vez de encogerte ante �l: es la ventaja de no temer al pasado. Es la ventaja de los felices, de los que se dolieron y gozaron con su vida. Y mientras para otros es la hora del desconsuelo, para ti es la hora de pasar a la acci�n.
20 de julio.- En 'Vredaman' (Alfaguara), la escritura de Unai Elorriaga da todos los s�ntomas del agotamiento. Uno no sabe si es que en alg�n momento crey� haber dado con un fil�n o que sencillamente le est� costando mucho salir de esa atm�sfera ingenua y sencilla que le dio un resultado bastante aceptable en 'Un tranv�a en SP' (Premio Nacional de Narrativa 2002) y que mostr� sus primeras impotencias en 'El pelo de Van�t Hoff'.
El problema de Elorriaga es que con su aire ingenuo y sencillo va a todas partes, ya sean temas o voces de personajes, ya sean acciones o escenas. A estas alturas, hay una voz, la del autor, que anda por todas las historias sin preocuparse lo m�s m�nimo de las realidades que toca. Su literatura arrastra la impresi�n de una aldea id�lica donde todas las almas llevan las mismas prendas y todas las bocas la misma gram�tica.
Uno podr�a decir que es su mundo y que all� se las apa�e, que hay lectores para todos los gustos y tal. Pero al mismo tiempo, la sensaci�n que produce Unai Elorriaga es que podr�a hacer bastante m�s, que su percepci�n de los mundos peque�os y de las historias de esos mundos es suficientemente personal, incluso excepcional, como para no malbaratarlas con algo que se le ha metido en la cabeza en forma de logorrea.
Es decir, se trata de una de esas literaturas en las que es posible distinguir lo que el autor percibe de lo que el autor escribe, sencillamente porque cada cosa va por su lado y ni se miran.
Claro que hay un punto de soberbia en todo esto, algo as� como una certeza de la propia escritura, de seguridad ac�rrima, de idea-piedra clavada en el cerebro, asuntos que han matado a m�s escritores que el premio de la Cr�tica y que las historias universitarias de la literatura juntos.
En fin, cualquiera sabe. Ojal� sea un tr�nsito de los que cursan con debilidad general y no una convicci�n. Pero de momento es imposible salvarlo y saberlo.
Lea el primer cap�tulo de 'Vedraman'(Alfaguara).
18 de julio.- Escrib�a Juan Benet en 'Herrumbrosas lanzas' (Alfaguara) que "todo fracaso concluye en un combate por la raz�n". Esto, que puede sonar a metaf�sica trascendental, lo ve uno meridiano en cuanto comienza los tr�mites de divorcio o lo apean de la secretar�a ejecutiva.
Retorciendo no mucho la frase de Benet, costar�a poco deducir que donde ya hay combate es porque le ha precedido el fracaso. Que sea por la raz�n es desde luego lo de menos, dado que en un combate nunca le es concedida al adversario, y en lo que se refiere al p�blico -quitando que sea espa�ol-, prefiere estudiarlo m�s a fondo o seguir de p�blico: uno no puede fiarse de dos que lo han fiado todo al combate. O sea, que los que combaten no se quitaron la raz�n fracasando, sino combatiendo. Vaya esto por la refriega actual y por los �ltimos blogs.
Y es que adem�s (si caben m�s ademases), las historias de los conflictos suelen llevar dentro un caballo loco. Lo cuenta Juancho Armas Marcelo en su �ltima novela, "Al sur de la resurrecci�n" (Plaza y Jan�s), con la dictadura chilena al fondo, nada menos: "Hay historias en el mundo que llevan dentro un caballo loco. No lo parecen a primera vista, al contrario, se muestran d�ciles en apariencia, pero llevan escondido un caballo loco e invisible. Y hay que afinar mucho para llegar a verlo de cerca sin que el animal se espante, eche a correr y se escape para siempre (...) El jinete al principio lo intuye vagamente, despu�s le crece la sospecha y al final lo sabe con la certidumbre de los hechos".
Pues eso, que hay historias en el mundo que van m�s all� del arte de los jinetes que se empe�an en domarlas. Quiz� fuera mejor aceptar el fracaso previo que intentar subirse a los caballos que ya se han vuelto locos.
18 de julio.- Pas� el d�a de ayer recibiendo recriminaciones de una secci�n de conocidos a cuenta de citar a Maruja Torres (ciertamente, con toda intenci�n, pero ciertamente lo escribi� ella). Esta secci�n de conocidos es coincidente con la de los que se toman la realidad como cuesti�n de bandos, aunque ellos lo llaman ideolog�a, solidaridad con las v�ctimas (s�lo con algunas, como pasa siempre con las v�ctimas), antifascismo, etc�tera (alguno incluso lo llamaba etc�tera).
El horror de la guerra no es �nicamente el de la muerte y el sufrimiento directos: viene acompa�ado de una cohorte de horrores en las que el primer muerto, y siempre es el primero, es la libertad: que suele empezar por la del pensamiento, pero que nunca termina ah�. Y el esp�ritu de estos pagos, en este aspecto, es apuntarse a un bombardeo, nunca mejor dicho.
Un ciudadano liban�s junto a los escombros de un edificio alcanzado por las bombas israel�es. (Foto: EFE/Wael Hamzeh)
Para muchos de por aqu� la realidad no es compleja o sutil ni ofrece puntos de vista. Es m�s bien una cosa que a las primeras de cambio se fractura en dos, o sea, a la que se embiste cuando cierto personal se digna usar de la cabeza. Lo curioso, dentro del cap�tulo de lo lamentable, es que uno mismo ya no se atreve a decir lo que piensa en cuanto se aproxima una de esas realidades que se manejan a testarazos. Ya sabe que es mejor quedarse callado, hacer alguna gracia (nos volvemos chistosos a fuera de amenazados) y salir por la tangente para salvar una m�nima dignidad con la que presentarse ante el espejo. Si alg�n hispanista busca identificar un estilo literario nacional debiera comenzar por este lado.
El resultado, como no pod�a ser de otra manera, es un co�azo, una discusi�n a voces en un bar o gente que habla sola. Entre la histeria y la locura no hay espacio para nada. Que es lo que nos mola.
Harek Hreik , tras un ataque a�reo de Israel, el domingo 16 de julio.(Foto: I. Nour)
17 de julio.- Mientras desayunaba las im�genes de bombardeos y v�ctimas de la televisi�n, empec� a leer el reportaje de Maruja Torres, en El Pa�s de hoy, desde el lugar de los hechos ( 'Llueven misiles sobre mojado' ):
«Hacia las 10.30 (una hora menos en la Pen�nsula), esta cronista regres� al hotel justo a tiempo para contarles a Hanan y Ahlam, que sal�an para instalarse en un peque�o apartamento cercano, c�mo ha quedado su barrio, el suburbio Harek Hreik (imaginen Legan�s u Hospitalet), que sigue siendo bombardeado. Desde el principio, intensamente bombardeado por Israel. Apenas queda gente all�. Algunos coches con banderas de Hezbol�, con personas muy amables y amistosas dentro. Muchos edificios destruidos, y muchos otros por destruir, les he dicho.
Hanan y Ahlam son hija y madre, y durante estos d�as han sido vecinas de mi planta de hotel, pero ya no pueden permitirse los precios de las habitaciones. Las he visto en el desayuno, con su sirvienta esrilanquesa (sentadas a la mesa las tres, no crean que ocurre con frecuencia: hay quien les deja dar cuenta de las sobras), d�a tras d�a. Nos hemos abrazado, nos hemos deseado suerte. Hanan, la hija, lleva velo color de rosa; la madre, una bonita melena negra, suelta y libre. Las dos forman parte de este pa�s convertido en v�ctima colateral y que a nadie parece importarle. Arrancadas de cuajo de sus hogares, como tantas familias. Los barrios de la periferia sur mayoritariamente chi�s de Beirut, lo que aqu� se llama Dahiye (en �rabe, `suburbio�), cercanos al aeropuerto, forman un paisaje de desolaci�n perfectamente indescriptible, que espero que ustedes contemplen en im�genes...».
Bien, supongo que ustedes sabr�n qu� hacer con este texto, si les resulta inspirador o eso, e indicar a qu� escuela de periodismo pertenece. Por supuesto, si detectan algo defectuoso, no dejen de avisar.
El seleccionador, Luis Aragon�s, rodeado de periodistas. (Foto: EFE)
14 de julio.- El clamor popular exige que conteste a mi abandono del tema futbolero. He aqu� mi respuesta.
Alg�n bloguero sospecha (no sin raz�n) que me expuls� del asunto la clase de personal con que nos encontramos de pronto en un blog que, por lo dem�s, es para gente alfabetizada. Ciertamente, s�lo la ortograf�a y la sintaxis (por llamarlas con nombre completamente ajeno a la perspicacia de los autores) de lo que llegaba daba para montar una co�a importante. Pero hubiera sido como discutir con un testigo de Jehov� que llama a la puerta. En todo caso, el asunto no iba por ah�.
Fue un bloguero, Fernando Couto, el que me abri� los ojos en un post francamente terminal. La cuesti�n era que est�bamos asistiendo a una supercher�a may�scula: Couto trazaba la trayectoria de la selecci�n espa�ola y demostraba con qu� descaro los medios de comunicaci�n y otros elementos se dedicaban a manipular las partes bajas y emotivas del personal.
Me di cuenta, como si hasta entonces hubiera vivido en la idiocia, de que yo me comportaba como un contribuyente m�s al tr�fico de ilusiones y emotividades en que consiste ese deporte ama�ado, corrupto y falto de esp�ritu que es el f�tbol.
Eso fue todo. Una especie de verg�enza. Podr�a dar m�s detalles, lo que pasa es que no quiero. Aparte de que ser�a volver a las andadas.
Espero que ustedes me perdonen y que el director de este peri�dico, con el que hab�a acordado otra cosa, no me despida.
Leyendo el libro de Suketu Mehta, 'Ciudad total. Bombay perdida y encontrada' (Mondadori), llegu� a la conclusi�n de que quiz� sea hora de pensar que los terrorismos del siglo XXI no tienen ni tendr�n por objetivo determinadas civilizaciones o pol�ticas, sino la ciudad como tal, esa peculiar forma de orden social que, en sus magnitudes actuales, se ha impuesto universalmente a partir de la segunda mitad de la pasada centuria. Me refiero a las ciudades s�lo en tanto que ciudades, fuera de cualquier adscripci�n geopol�tica o estrat�gica o cultural: New York, Madrid, Londres, Bombay... Sigue
Estaba leyendo el reportaje que hace este peri�dico en la secci�n de Cultura sobre la conferencia de Saramago en la UIMP y sin querer me dije: el pesimismo fatalista s el mejor defensor del orden establecido. (Por resumir al autor portugu�s, aunque vayan ustedes a la noticia, la especie humana ha fracasado, vivimos en un mundo p�simo, en el telediario te dan una de bombas seguida de una del coraz�n, dictadura de la audiencia, culto a la imagen, y otros topoi bastante corrientes). Veamos. Sigue
Con motivo de la entrada que le hicimos al libro de Temple Grandin ('Pensar en im�genes', Alba) sobre el s�ndrome de Asperger, algunos blogueros sacaron a colaci�n una novela que se ha hecho famosa y cuyo protagonista padece esa misma variante del autismo: 'El curioso incidente del perro a medianoche', de Mark Haddon, en Salamandra. Muy bien tra�da, efectivamente, porque es un trabajo riguroso y una mirada (dentro de lo posible) en la cabeza de un sujeto que no entiende las met�foras ni los chistes, al que aterra el contacto f�sico (incluyendo el visual), que ve la realidad en t�rminos bidimensionales, cuya cabeza matem�tica y l�gica es proporcional a sus limitaciones con la creaci�n ling��stica, etc. Sigue
Entre la f�bula y los comentarios directos al libro de Borja Delclaux, estos son los autores a los que hemos preferido (por «hemos» hay que entender un servidor, lo que pasa es que hoy «tenemos» un d�a subido): Mafaldap, Alfonso J y Mardefondo. Hay que decir, pero es de verdad esta vez, que otros tambi�n se lo merecer�an por sensibilidad y arrojo. As� que me explico. Sigue
Alba Editorial present� ayer, en su colecci�n ‘Trayectos’, un nuevo libro de Temple Grandin (‘Pensar en im�genes. Mi vida con el autismo’), autora c�lebre por sus libros sobre el autismo, padeciendo ella misma el llamado s�ndrome de Asperger, que cae dentro del espectro autista en sus niveles de mayor competencia. Trae pr�logo de Oliver Sacks, que sigue siendo de fiar y buen escritor. Sigue
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