El sexo es mortal para muchos machos. El pulpo tiene una estrategia para sobrevivir: inyectar veneno a su pareja

  • El sexo es mortal para muchos machos, pero hay algunos que han evolucionado con tácticas curiosas para no morir en el proceso

  • El pulpo de líneas azules envenena a la hembra para dormirla y poder hacer lo suyo

Pulpo veneno para copular
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Aparearse es un deporte de riesgo. Que se lo digan al macho de la mantis religiosa que tiene que sentir cómo su cabeza es devorada por la hembra mientras su cuerpo, de manera automática, sigue copulando. Esta práctica es menos común de lo que se piensa, ya que se da en sólo un puñado de especies de mantis, pero no es el único escenario del reino animal en el que el macho es asesinado por el bien de la prole. Y hay unos pulpos que tienen las mismas costumbres.

Eso sí, hay un pulpo de una especie concreta que tiene una estrategia para fecundar a la hembra y sobrevivir al proceso: envenenarla.

Dimorfismo. Algo importante antes de entrar en el caso de los pulpos es que hay muchas especies animales con casos de dimorfismo sexual extremadamente acentuado. Esto implica una diferencia de tamaño entre los sexos, siendo el caso de las mantis uno de ellos. En los mamíferos, los machos suelen ser más grandes que las hembras, ya que son los que se pelean por territorios y apareamiento, pero ocurre al revés en caso de aves rapaces, artrópodos, anfibios y reptiles.

En el de los pulpos, hay casos extremos en los que hay hembras que son hasta diez veces más grandes que los machos. Uno de esos casos es el de los pulpos de líneas azules -Hapalochlaena fasciata-. Son pulpos pequeños, pero tremendamente letales porque son capaces de inocular una neurotoxina muy potente que comparten machos y hembras. Contrasta con su reducido tamaño: apenas más grande que una pelota de golf.

Sexo y merienda. Sin embargo, la hembra es el doble de grande que el macho y la dinámica de apareamiento no es muy sana que digamos (para el macho, claro): debido a ese desequilibrio, la hembra suele acabar con la vida de su pareja sexual durante el proceso. Sin embargo, en un estudio publicado en Science Direct, un grupo de investigadores de la Universidad de Queensland en Australia ha descubierto que el macho ha desarrollado una manera tóxica de sobrevivir al apareamiento, literalmente.

Debido a esa enorme diferencia en tamaño, los machos no pueden desarrollar tácticas que emplean en otras especies de pulpos, como un brazo reproductor más alargado para inseminar a una distancia segura o, incluso, brazos -hectocótilo- con la carga reproductiva que se desprenden para que el animal pueda huir. Lo único que le queda a esta especie es morder a la hembra para inyectar la neurotoxina, directamente.

Aquí tenemos una secuencia completa de media hora:

Veneno en el corazón. Como leemos en ScienceAlert, los investigadores comentan que, probablemente, esta evolución ha sido “una respuesta tanto a la necesidad de reproducción como a la de protección”, y lo que hacen es ‘morder’ a la hembra antes de intentar copular. Lo hacen cerca de la aorta, inyectando la cantidad justa de la tetrodotoxina como para paralizar a su pareja durante el proceso.

Para comprobarlo, los investigadores colocaron seis parejas en diferentes acuarios y observaron esta práctica en todos los casos. “Las hembras sucumbieron rápidamente”, comentan, y es algo que observaron debido a que perdían reflejos ante estímulos luminosos, palidecían y las pupilas se contraían debido a la pérdida del control del sistema nervioso.

Espera, ¿qué ha pasado? También realizaron observaciones más precisas: mientras los machos pasaron de 20 o 25 contracciones por minuto en reposo a 35 o 45 durante la cópula, las hembras no sólo sufrían una caída brusca en su ritmo cardíaco, sino que dejaban de respirar por completo tras unos ocho minutos de la mordida.

Apuntan que ninguna murió, por lo que la cantidad de neurotoxina que inyectan es muy precisa o, evolutivamente, la hembra ha desarrollado contramedidas, pero el mordisco en la parte posterior de la cabeza era evidente. “Una vez inmovilizadas, los machos proceden a la cópula y el apareamiento termina cuando la hembra recupera el control de sus brazos y aparta al macho”, apuntan los investigadores.

En este vídeo podemos ver cómo el macho se aproxima mientras la hembra permanece inmóvil:

Carrera armamentística sexual. Los investigadores comentan que no midieron directamente los niveles de la neurotoxina, pero es una práctica que “sugiere una carrera armamentística evolutiva entre los sexos, en la que el canibalismo de hembras grandes es contrarrestado por los machos mediante el uso del veneno”. Fruto de esa evolución es que las glándulas salivales posteriores de los machos, que es donde se acumulan las bacterias simbióticas que producen la toxina, son tres veces más grandes que las de las hembras.

También comentan que no son los únicos animales que acumulan esa toxina en sus cuerpos y que hay peces, moluscos o anfibios que la producen, por lo que seguirán investigando para identificar si otros animales la utilizan con el fin de reproducirse y salir vivos del trámite. Ah, y algo curioso del experimento: en uno de los casos, uno de los machos mordió en un punto algo alejado de la aorta y la hembra tardó menos tiempo que las demás en despertar: 35 minutos.

Hablando se entiende la gente, pero cuando entra hambre durante la cópula, está claro que hay especies que no consiguen reprimir esos instintos caníbales. Por cierto, Wen-Sung Chung, uno de los investigadores principales, ha compartido 15 GB de vídeos de los pulpos copulando usando estas peculiares estrategias.

Imágenes y vídeos | Universidad de Queensland

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